AGNESE MARRA
El mundo se sorprende ante las provocaciones de un pastor Florida, pero sus amenazas resumen un clima preocupante de islamofobia. Sociólogos norteamericanos hablan de un “cáncer social” como el que sufrieron judíos y afroamericanos. La posible quema de ejemplares del Corán crea alarma social, pero el cotidiano estadounidense esconde prácticas más peligrosas.
NUEVATRIBUNA.ES - 09.09.2010
La tragedia del 11 de septiembre de 2001 desató otra tragedia igual de preocupante: la excusa perfecta para llevar a cabo lo que George Bush denominó como ‘guerra santa’. Ese concepto que parecía haberse quedado anquilosado en los libros de Historia, se ha convertido en un fenómeno que caracterizará al siglo XXI.
La islamofobia ha crecido como una epidemia contra la que no se ha encontrado vacuna, pero tampoco hay visos de que se pretenda curar. El 11 de septiembre abrió la veda para que las miserias humanas, los prejuicios más íntimos salieran a la luz sin vergüenza, más bien con orgullo. Como anteriormente se produjo con los judíos, ahora se podía perseguir a los musulmanes, sin distinciones.
Esa persecución indiscriminada es una de las bases de lo que la ONG británica Runnymede Trust definió como islamofobia. La primera de sus características es la creencia de que el islam es un bloque monolítico, estático y refractario al cambio. Una religión radicalmente distinta a las otras, considerando el islam inferior a la cultura occidental, primitivo, irracional, bárbaro y sexista. Se mantiene la idea de que el islam es per se, violento y hostil, propenso al racismo como si en Occidente no tuviéramos una larga lista de aberraciones, exterminios y racismo varios. La islamofobia supone pensar que los musulmanes rechazan categóricamente a Occidente, lo que justificaría llevar a cabo prácticas discriminatorias y excluyentes hacia los musulmanes y entender la hostilidad hacia ellos como algo natural, habitual.
Desde hace unas semanas Europa y Estados Unidos han puesto el grito en el cielo porque un pastor de un pueblo de Florida se ha dado a conocer con una gran estrategia de marketing: quemar ejemplares del Corán para conmemorar a las víctimas del 11S. Este señor, Terry Jones, que hasta ahora tenia una pequeña iglesia en la que le seguían apenas cincuenta feligreses ahora se ha erigido como el salvador de América.
Jones que ya tenía experiencia en montar escándalos allá donde ha vivido, y que tiene por mérito haber escrito un libro llamado El islam es el diablo, eligió un gran momento para hacer su espectáculo y desatar su locura. No sólo con la fecha del aniversario del 11s a la puerta de la esquina, sino por la creciente oleada anti islam que se está produciendo en Estados Unidos.
Desde hace un par de meses se suceden las manifestaciones en el bajo Manhattan en contra de la mezquita que se va a construir en la zona cero. La asociación Detener la islamización de América – que proviene de una filial europea Stop islamización de Europa- que hasta ahora era un grupo marginal, ha cobrado protagonismo por organizar las protestas de Nueva York.
A eso se une que el canal Fox News les apoya con discursos islamófobos, por no hablar del Tea Party, esa tercera fuerza política, que también con grandes dosis de marketing se está haciendo un hueco en la prensa diaria y en la opinión popular de todo un sector norteamericano sin empleo, sin esperanzas y que ve desvanecerse el sueño americano que tan bien inventaron los publicitas que hoy vemos en Mad Men.
El pastor Jones ha decidido patrocinarse en un momento en el que la encuesta nacional del Centro de Investigaciones Pew, encontró que la mitad de los estadounidenses - el 48 por ciento - tienen una opinión desfavorable del Islam, nueve puntos más que en los meses posteriores a los atentados del 11S.
Como si se tratara de una película de los hermanos Cohen, Terry Jones se muestra ante el mundo al lado de su camioneta customizada bajo el lema de ‘Burn a Koran day’ – El día de la quema del Corán-, en el mismo momento en que el que el 30% de la población norteamericana asegura no estar contenta con Obama al que ven como un musulmán.
MÁS ALLÁ DEL PASTOR DE FLORIDA
Sin embargo, este pastor pentecostés, ha conseguido que el Vaticano, Naciones Unidas, los principales líderes judíos y musulmanes, la Casa Blanca y la Unión Europea condenaran la actitud de Jones y exhortaran a Estados Unidos a que no le permita llevar a cabo su plan.
Las peticiones internacionales probablemente no surtan efecto, teniendo en cuenta que para este desconocido al que le gusta llevar su pistola en el cinto, no debe haber mayor provocación que el ‘todo el mundo contra mi’, por tanto parece que si las autoridades no se lo prohíben de forma tajante los medios sacarán la foto de la discordia.
Lo más sorprendente de este asunto lamentable, es como el mundo se alarma ante la ‘ocurrencia’ de una persona visiblemente perturbada, y no reacciona cuando los políticos republicanos norteamericanos hacen discursos alertando de los peligros de los musulmanes. Por qué no hay reacciones ante la discriminación que sufren los musulmanes cada vez que se suben a una avión, porque son sospechosos por naturaleza.
En Europa tampoco se escandalizan si Suiza decide quitar los minaretes de las mezquitas. Tampoco nos sorprendemos de ejemplos mucho más cercanos, aquí en España, donde personajes como Josep Angalda – presidente de Plataforma Per Catalunya- se han dirigido a mezquitas de Cataluña con un bidón de gasolina en la mano, por no hablar de las decenas de manifestaciones que se han hecho en Andalucía en contra de que se construyera una mezquita en un pueblo.
¿UN PROBLEMA DE IDENTIDAD?
Varios investigadores trabajan el problema de la islamofobia estadounidense, John Esposito, profesor de estudios islámicos en la Universidad de Georgetown, reconoce que se está extendiendo un "cáncer social" de la misma gravedad que el odio que en el pasado se dirigió contra judíos o afroamericanos.
Otros analistas norteamericanos opinan que la quema de textos del Corán y la histeria suscitada por el proyecto del centro islámico en la zona cero son reveladoras de una crisis de identidad en EE.UU. que afecta a uno de sus pilares constitutivos, el pluralismo religioso.
"Esto no tiene que ver sólo con los musulmanes; esto trata de quiénes somos los estadounidenses", declaró a la prensa la directora en Nueva York de la ONG Common Cause, añadiendo que el rechazo al centro islámico abre una puerta que permitirá discriminar a otros grupos sólo porque son diferentes.
Esposito señala las responsabilidades de los políticos y sus intereses electorales: "Los estadounidenses se sienten asediados económicamente y los mensajes contra todo lo que es percibido como extranjero, ya sea hispano o musulmán, tienen ahora mayor calado", decía el profesor en BBC Mundo, alertado de que estos mensajes tienen que ver con aumentar los votos en los comicios legislativos del próximo mes de noviembre.
El hecho es que las palabras del pastor de Florida han desatado el miedo ante una nueva oleada de violencia. Se teme por la vida de los soldados norteamericanos en Afganistán, se teme un ataque terrorista en cualquier ciudad o pueblo. Porque ahora la ‘guerra santa’ se puede practicar en cualquier momento y en cualquier lugar. Los ataques más dañinos no son las declaraciones de un extremista, sino lo pequeños actos cotidianos que hacen sentir a los musulmanes que son diferentes, que Occidente no los quiere, y lo que es peor, no los respeta.
La tragedia del 11 de septiembre de 2001 desató otra tragedia igual de preocupante: la excusa perfecta para llevar a cabo lo que George Bush denominó como ‘guerra santa’. Ese concepto que parecía haberse quedado anquilosado en los libros de Historia, se ha convertido en un fenómeno que caracterizará al siglo XXI.
La islamofobia ha crecido como una epidemia contra la que no se ha encontrado vacuna, pero tampoco hay visos de que se pretenda curar. El 11 de septiembre abrió la veda para que las miserias humanas, los prejuicios más íntimos salieran a la luz sin vergüenza, más bien con orgullo. Como anteriormente se produjo con los judíos, ahora se podía perseguir a los musulmanes, sin distinciones.
Esa persecución indiscriminada es una de las bases de lo que la ONG británica Runnymede Trust definió como islamofobia. La primera de sus características es la creencia de que el islam es un bloque monolítico, estático y refractario al cambio. Una religión radicalmente distinta a las otras, considerando el islam inferior a la cultura occidental, primitivo, irracional, bárbaro y sexista. Se mantiene la idea de que el islam es per se, violento y hostil, propenso al racismo como si en Occidente no tuviéramos una larga lista de aberraciones, exterminios y racismo varios. La islamofobia supone pensar que los musulmanes rechazan categóricamente a Occidente, lo que justificaría llevar a cabo prácticas discriminatorias y excluyentes hacia los musulmanes y entender la hostilidad hacia ellos como algo natural, habitual.
Desde hace unas semanas Europa y Estados Unidos han puesto el grito en el cielo porque un pastor de un pueblo de Florida se ha dado a conocer con una gran estrategia de marketing: quemar ejemplares del Corán para conmemorar a las víctimas del 11S. Este señor, Terry Jones, que hasta ahora tenia una pequeña iglesia en la que le seguían apenas cincuenta feligreses ahora se ha erigido como el salvador de América.
Jones que ya tenía experiencia en montar escándalos allá donde ha vivido, y que tiene por mérito haber escrito un libro llamado El islam es el diablo, eligió un gran momento para hacer su espectáculo y desatar su locura. No sólo con la fecha del aniversario del 11s a la puerta de la esquina, sino por la creciente oleada anti islam que se está produciendo en Estados Unidos.
Desde hace un par de meses se suceden las manifestaciones en el bajo Manhattan en contra de la mezquita que se va a construir en la zona cero. La asociación Detener la islamización de América – que proviene de una filial europea Stop islamización de Europa- que hasta ahora era un grupo marginal, ha cobrado protagonismo por organizar las protestas de Nueva York.
A eso se une que el canal Fox News les apoya con discursos islamófobos, por no hablar del Tea Party, esa tercera fuerza política, que también con grandes dosis de marketing se está haciendo un hueco en la prensa diaria y en la opinión popular de todo un sector norteamericano sin empleo, sin esperanzas y que ve desvanecerse el sueño americano que tan bien inventaron los publicitas que hoy vemos en Mad Men.
El pastor Jones ha decidido patrocinarse en un momento en el que la encuesta nacional del Centro de Investigaciones Pew, encontró que la mitad de los estadounidenses - el 48 por ciento - tienen una opinión desfavorable del Islam, nueve puntos más que en los meses posteriores a los atentados del 11S.
Como si se tratara de una película de los hermanos Cohen, Terry Jones se muestra ante el mundo al lado de su camioneta customizada bajo el lema de ‘Burn a Koran day’ – El día de la quema del Corán-, en el mismo momento en que el que el 30% de la población norteamericana asegura no estar contenta con Obama al que ven como un musulmán.
MÁS ALLÁ DEL PASTOR DE FLORIDA
Sin embargo, este pastor pentecostés, ha conseguido que el Vaticano, Naciones Unidas, los principales líderes judíos y musulmanes, la Casa Blanca y la Unión Europea condenaran la actitud de Jones y exhortaran a Estados Unidos a que no le permita llevar a cabo su plan.
Las peticiones internacionales probablemente no surtan efecto, teniendo en cuenta que para este desconocido al que le gusta llevar su pistola en el cinto, no debe haber mayor provocación que el ‘todo el mundo contra mi’, por tanto parece que si las autoridades no se lo prohíben de forma tajante los medios sacarán la foto de la discordia.
Lo más sorprendente de este asunto lamentable, es como el mundo se alarma ante la ‘ocurrencia’ de una persona visiblemente perturbada, y no reacciona cuando los políticos republicanos norteamericanos hacen discursos alertando de los peligros de los musulmanes. Por qué no hay reacciones ante la discriminación que sufren los musulmanes cada vez que se suben a una avión, porque son sospechosos por naturaleza.
En Europa tampoco se escandalizan si Suiza decide quitar los minaretes de las mezquitas. Tampoco nos sorprendemos de ejemplos mucho más cercanos, aquí en España, donde personajes como Josep Angalda – presidente de Plataforma Per Catalunya- se han dirigido a mezquitas de Cataluña con un bidón de gasolina en la mano, por no hablar de las decenas de manifestaciones que se han hecho en Andalucía en contra de que se construyera una mezquita en un pueblo.
¿UN PROBLEMA DE IDENTIDAD?
Varios investigadores trabajan el problema de la islamofobia estadounidense, John Esposito, profesor de estudios islámicos en la Universidad de Georgetown, reconoce que se está extendiendo un "cáncer social" de la misma gravedad que el odio que en el pasado se dirigió contra judíos o afroamericanos.
Otros analistas norteamericanos opinan que la quema de textos del Corán y la histeria suscitada por el proyecto del centro islámico en la zona cero son reveladoras de una crisis de identidad en EE.UU. que afecta a uno de sus pilares constitutivos, el pluralismo religioso.
"Esto no tiene que ver sólo con los musulmanes; esto trata de quiénes somos los estadounidenses", declaró a la prensa la directora en Nueva York de la ONG Common Cause, añadiendo que el rechazo al centro islámico abre una puerta que permitirá discriminar a otros grupos sólo porque son diferentes.
Esposito señala las responsabilidades de los políticos y sus intereses electorales: "Los estadounidenses se sienten asediados económicamente y los mensajes contra todo lo que es percibido como extranjero, ya sea hispano o musulmán, tienen ahora mayor calado", decía el profesor en BBC Mundo, alertado de que estos mensajes tienen que ver con aumentar los votos en los comicios legislativos del próximo mes de noviembre.
El hecho es que las palabras del pastor de Florida han desatado el miedo ante una nueva oleada de violencia. Se teme por la vida de los soldados norteamericanos en Afganistán, se teme un ataque terrorista en cualquier ciudad o pueblo. Porque ahora la ‘guerra santa’ se puede practicar en cualquier momento y en cualquier lugar. Los ataques más dañinos no son las declaraciones de un extremista, sino lo pequeños actos cotidianos que hacen sentir a los musulmanes que son diferentes, que Occidente no los quiere, y lo que es peor, no los respeta.
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