sábado, 11 de septiembre de 2010

Curas belgas violaron a 475 niños, de los que 13 se suicidaron

   El Plural / Macro/Vida

Los pederastas no serán juzgados porque los casos han prescrito


Un informe que ha salido a la luz este viernes revela que la Iglesia en Bélgica ha recibido 475 denuncias de casos de pederastia, ocurridos entre los años 1960 y la década del 80, y que 13 de las víctimas terminaron suicidándose. Es el resultado de una investigación realizada por la Comisión sobre Denuncias de Abusos Sexuales, creada por la Conferencia Episcopal. 



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El psiquiatra infantil Peter Adriaenssens , que presentó el informe, denunció las "presiones" y la ley del silencio que se han impuesto por décadas en el seno de la Iglesia belga sobre estos abusos.

SuicidiosEl informe, de 200 páginas, recoge los testimonios de centenares de antiguos alumnos de colegios de la Iglesia que en los años sesenta y setenta, principalmente, sufrieron abusos de religiosos. Uno de los apartados más duros es el que habla de los suicidios de las algunas de las víctimas de los abusos. Se han confirmado 13 casos y se han contabilizado otros seis intentos.

"Verdad" y "reconciliación"Meter Adriaenssens ha señalado que la mayoría de los niños violados, que hoy son adultos de entre 40 y 60 años, sufren traumas. El psicólogo ha valorado el trabajo de la Comisión, que se ha realizado, según ha dicho, bajo los principios de "verdad" y "reconciliación".

Violaciones y masturbacionesSegún los testimonios de las víctimas, cuyos nombres no son revelados, las violaciones fueron realizadas por vía anal y oral, y también hubo masturbaciones. Las edades de los niños durante los abusos oscilaban entre los 12 y los 15 años.

No habrá juiciosLa mayoría de los casos no acabarán en juicio, porque, en Bélgica, los crímenes sexuales contra niños no pueden ser perseguidos cuando han pasado más de 10 años desde que la víctima ha cumplido los 18. La mayoría de los afectados tiene ahora entre 40 y 60 años, y la mitad de los abusadores ya ha fallecido.

Un testimonio"Tenía 17 años cuando empezaron los abusos. Desde hace tres semanas me pregunto si tengo derecho a quejarme. Pero cuatro años de terapias me han enseñado que las palabras que no se dicen acaban por matar. He llegado a intentar el suicidio", relata una de las víctimas. "Él [violador] me dijo que debía aprender lo que era la ternura, y que lo iba aprender de una forma mucho más dulce con él. A veces se enfadaba, se ponía a beber. [...] Cuando no iba a su casa por las noches llamaba a mis padres y les daba una razón para que ellos me dijeran que fuera, ya que eran amigos".

"Empezó con caricias y pasó al acto sexual un 30 junio. Esa noche volví a casa y me acosté con la ropa todavía puesta. Al día siguiente nos íbamos de excusión y, al montarnos en el tren, le vi desde la ventana. En ese momento me di cuenta de lo que había pasado la noche anterior. Durante 10 días no paró de hacerme fotos, fue horrible", cuenta una de las víctimas.

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