El Plural / Artículos de opinión
El Rincón del Neocon
- BORJA MARÍA ZALLANA DE LOS ACEBOS, 27/06/2010
Querido Eduardo, te escribo estas precipitadas líneas embargado todavía por el dolor y la vergüenza que la relectura de mi último artículo me provocan. No sé que debió pasar por mi cabeza hace ahora una semana, para que llegara a llamarte lo que te llamé. Como hombre y como católico que soy, te pido mis más sinceras disculpas, y espero que tú, como hombre y católico que eres, las aceptes y me las devuelvas redobladas, que no dobladas.
Entiendo el dolor que te pueda haber provocado haber leído el calificativo de maricón junto a tu nombre. No homosexual, como lo son Zerolo, Gala o Federico García Lorca, sino maricón. Te prometo que no estaba en mi ánimo hacerlo, y de nuevo como hombre y católico que soy, espero tu gracia, también de hombre y católico que sé que eres. Entre hombres y católicos como nosotros estas pequeñas tonterías se deberían olvidar, así que cuando te vea pienso sellar la paz con un fuerte abrazo y sendos besos en esas mejillas tuyas de hombre y católico.
Supongo que la excesiva acumulación de pruebas provocaron un mal análisis y me llevaron a una conclusión tan errónea como estúpida. ¿Cómo dudar de tu hombría, tú que eres el baluarte de los hombres católicos de este país? Tú, que eres capaz de llamar, desde la pequeña pantalla, guarra y puerca a toda una consejera de la Generalitat de Cataluña, o maricón de mierda a Zerolo, desde los micrófonos de tu programa de radio.
Quiero pedir perdón también al director de este panfleto izquierdista, a ese viejo olmo blanco catalán, Enric Sopena, que si bien no se deja abrazar tanto como Julio Ariza, si ha sabido perdonar mi terrible insolencia. Pido también disculpas a todos los anunciantes de este diario digital, que permiten que humildes columnistas como yo lleven a casa su escasa pero gustosa ración semanal de caviar de beluga.
Eduardo, supongo que en estos días te habrán dicho de mí verdaderas barbaridades, pero yo te aseguro que soy un buen hombre. Un hombre tan católico y tan recto como tú mismo, incapaz de decir nada malo a nadie a la cara, exactamente igual que te ocurre a ti. Podría arrastrarme ahora como un vil gusano pidiendo tu perdón, el del director del diario y el de los anunciantes, pero voy a mantener la dignidad como hiciste tú, y siguiendo tu ejemplo me limitaré a pedir de rodillas, con lágrimas en los ojos, que por el amor de Dios bendito, ni me sancionen unos ni me retiren la paga los otros. Por favor se lo pido, de rodillas, con los brazos abiertos, entregado a su misericordia y lamiendo los zapatos que haya que lamer, como hombre y católico que soy.
Supongo que la excesiva acumulación de pruebas provocaron un mal análisis y me llevaron a una conclusión tan errónea como estúpida. ¿Cómo dudar de tu hombría, tú que eres el baluarte de los hombres católicos de este país? Tú, que eres capaz de llamar, desde la pequeña pantalla, guarra y puerca a toda una consejera de la Generalitat de Cataluña, o maricón de mierda a Zerolo, desde los micrófonos de tu programa de radio.
Quiero pedir perdón también al director de este panfleto izquierdista, a ese viejo olmo blanco catalán, Enric Sopena, que si bien no se deja abrazar tanto como Julio Ariza, si ha sabido perdonar mi terrible insolencia. Pido también disculpas a todos los anunciantes de este diario digital, que permiten que humildes columnistas como yo lleven a casa su escasa pero gustosa ración semanal de caviar de beluga.
Eduardo, supongo que en estos días te habrán dicho de mí verdaderas barbaridades, pero yo te aseguro que soy un buen hombre. Un hombre tan católico y tan recto como tú mismo, incapaz de decir nada malo a nadie a la cara, exactamente igual que te ocurre a ti. Podría arrastrarme ahora como un vil gusano pidiendo tu perdón, el del director del diario y el de los anunciantes, pero voy a mantener la dignidad como hiciste tú, y siguiendo tu ejemplo me limitaré a pedir de rodillas, con lágrimas en los ojos, que por el amor de Dios bendito, ni me sancionen unos ni me retiren la paga los otros. Por favor se lo pido, de rodillas, con los brazos abiertos, entregado a su misericordia y lamiendo los zapatos que haya que lamer, como hombre y católico que soy.
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