El Plural / Artículos de opinión
- CARLOS CARNICERO, 25/06/2010
El Zumbido
En la tradición y creencias de los católicos, el Vía Crucis tiene catorce estaciones que conducían al Gólgota, en donde se celebró la crucifixión y muerte de Jesucristo para la redención de los pecados de la humanidad. Hubo resurrección, pero esa ya es otra historia que no evitó el cruel sufrimiento de transportar la cruz, ser azotado, sufrir el escarnio del camino del calvario y la muerte lenta por desmembramiento en la cruz.
La izquierda, no sólo la española sino el conjunto de la europea, está en plena ascensión y algunos ya han llegado a su gólgota. Pero no para redimir a nadie sino para penalizar su incapacidad de evolución frente a un mundo donde el capitalismo extremo sólo busca el consumo para acelerar la acumulación de riqueza y el aumento de las diferencias. Ahora, al socialismo español le está tocando llevar adelante las reformas impuestas por los mercados que están dejando en jirones el estado del bienestar.
Esto no acaba más que empezar. Hemos pasado casi en un instante de las promesas de un “no pasarán”, formuladas contra esos mercados para cerrarles las puertas, a ponerles alfombras para que ahora lo hagan con comodidad. La discusión pudiera centrarse en si individualmente un gobierno aislado puede tomar otra alternativa que la rendición ordenada para evitar el saqueo; probablemente la resistencia sería numantina y conllevaría la debacle. Pero falta sin duda un discurso político coherente desde la izquierda. Y la pregunta del millón que no tiene todavía respuesta es por qué el gobierno socialista no hace algunos gestos claros para determinar su firmeza contra quienes han salido beneficiados en los últimos quince años de las políticas económicas expansivas y amortiza o compensa en algo su entreguismo. Ahora dice que ha detectado a tres mil españoles con dinero en Suiza y les proponer una autopista cómoda para que los traigan a España sin pagar peaje. De tasas bancarias nada; de control del suelo de las hipotecas nada. De aumentar lis impuestos a las rentas de capital, nada….
Este calvario de la socialdemocracia no conduce a la resurrección después de la muerte, al menos necesariamente, porque no se adivina ninguna reflexión determinante que reafirme los principios de que el socialismo es la redistribución mediante políticas fiscales y la disminución de las desigualdades para que la vida de la mayoría de los ciudadanos no sea un valle de lágrimas, mientras unos pocos controlan todo el pastel y viven el paraíso en la tierra. ¿Quedan impulsos ideológicos y éticos en los partidos de izquierda o la ocupación del poder, en los periodos en que se consigue, es, en sí mismo, su máxima y única aspiración? ¿Las direcciones de los partidos tienen otro objetivo, además de su permanencia en la cima?
No sabemos cuantas estaciones le quedan a este calvario. De momento los ajustes de los funcionarios y pensionistas se ven sucedidos por la reforma laboral, que evidentemente recorta prestaciones a los trabajadores. Ahora vendrá la expansión de la edad de jubilación y la revisión de las condiciones para acceder a una pensión. Y, ¿después? ¿Qué garantías hay de que todo este sufrimiento colectivo al que se presta un gobierno de izquierdas tiene una resurrección que recupere los parámetros del estado del bienestar? ¿Cuántas estaciones le queden a este Vía Crucis?
Los católicos consecuentes debieran esperar la muerte como un alivio, porque detrás de ella, sin han sido capaces de seguir los postulados casi imposibles de la Iglesia de Roma, se encontrarán con un sitio a la derecha de Dios. Pero en esta religión reconvertida de la izquierda, hasta ahora lo único que se vislumbra es un eterno purgatorio o el infierno para quien no forme parte del batallón de los elegidos, que son además los que han organizado esta iglesia penitente.
Carlos Carnicero es periodista y analista político
Esto no acaba más que empezar. Hemos pasado casi en un instante de las promesas de un “no pasarán”, formuladas contra esos mercados para cerrarles las puertas, a ponerles alfombras para que ahora lo hagan con comodidad. La discusión pudiera centrarse en si individualmente un gobierno aislado puede tomar otra alternativa que la rendición ordenada para evitar el saqueo; probablemente la resistencia sería numantina y conllevaría la debacle. Pero falta sin duda un discurso político coherente desde la izquierda. Y la pregunta del millón que no tiene todavía respuesta es por qué el gobierno socialista no hace algunos gestos claros para determinar su firmeza contra quienes han salido beneficiados en los últimos quince años de las políticas económicas expansivas y amortiza o compensa en algo su entreguismo. Ahora dice que ha detectado a tres mil españoles con dinero en Suiza y les proponer una autopista cómoda para que los traigan a España sin pagar peaje. De tasas bancarias nada; de control del suelo de las hipotecas nada. De aumentar lis impuestos a las rentas de capital, nada….
Este calvario de la socialdemocracia no conduce a la resurrección después de la muerte, al menos necesariamente, porque no se adivina ninguna reflexión determinante que reafirme los principios de que el socialismo es la redistribución mediante políticas fiscales y la disminución de las desigualdades para que la vida de la mayoría de los ciudadanos no sea un valle de lágrimas, mientras unos pocos controlan todo el pastel y viven el paraíso en la tierra. ¿Quedan impulsos ideológicos y éticos en los partidos de izquierda o la ocupación del poder, en los periodos en que se consigue, es, en sí mismo, su máxima y única aspiración? ¿Las direcciones de los partidos tienen otro objetivo, además de su permanencia en la cima?
No sabemos cuantas estaciones le quedan a este calvario. De momento los ajustes de los funcionarios y pensionistas se ven sucedidos por la reforma laboral, que evidentemente recorta prestaciones a los trabajadores. Ahora vendrá la expansión de la edad de jubilación y la revisión de las condiciones para acceder a una pensión. Y, ¿después? ¿Qué garantías hay de que todo este sufrimiento colectivo al que se presta un gobierno de izquierdas tiene una resurrección que recupere los parámetros del estado del bienestar? ¿Cuántas estaciones le queden a este Vía Crucis?
Los católicos consecuentes debieran esperar la muerte como un alivio, porque detrás de ella, sin han sido capaces de seguir los postulados casi imposibles de la Iglesia de Roma, se encontrarán con un sitio a la derecha de Dios. Pero en esta religión reconvertida de la izquierda, hasta ahora lo único que se vislumbra es un eterno purgatorio o el infierno para quien no forme parte del batallón de los elegidos, que son además los que han organizado esta iglesia penitente.
Carlos Carnicero es periodista y analista político
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