jueves, 9 de diciembre de 2010

«El obispo Mateo Múgica se enfrentó a la República y al franquismo»


El Vaticano lo sacrificó en 1936 tras criticar a los rebeldes por «incoherentes y crueles», pero antes lo habían expulsado los republicanos
 
 
09.12.10 - 02:41 - 
«El obispo Mateo Múgica se enfrentó a la República y al franquismo» Mateo Múgica posa con los requetés alaveses en el palacio de Montehermoso en 1936 antes de ser exiliado. :: J.J. PARICIO

«El asesinato de 16 curas de su diócesis por los franquistas le colocó frente a los rebeldes»
El profesor de Historia de la Universidad de Navarra Santiago Martínez (Jaén, 1970) es un especialista en la convulsa historia de la Iglesia española durante el siglo XX. Investigando a otro gran prelado, el cardenal Segura, descubrió la vida de Mateo Múgica el primer obispo de origen euskaldun que dirigió desde Vitoria la entonces diócesis vasca, que comprendía los tres territorios. Hoy ofrece una conferencia en el museo Bibat (19.30 horas) dentro del ciclo de la memoria histórica organizado por la sociedad Landázuri.
-Su conferencia se titula 'Las encrucijadas del obispo Mateo Múgica en la guerra civil'. ¿Cuáles fueron esos dilemas?
- Mateo Múgica (Idiazabal, 1870-Zarauz, 1968) tuvo que enfrentarse al dilema de si convenía hablar o callar sobre qué debían hacer ante la Guerra Civil los católicos vascos, mientras estuvo al frente de su diócesis y una vez que fue expulsado de ella, en octubre de 1936. Y si convenía actuar o no en defensa de algunos de ellos, que estaban siendo represaliados. En particular, en defensa del clero de su diócesis, que comprendía entonces Álava, Vizcaya y Guipúzcoa.
-¿Por qué le interesa?
-Llama la atención que tanto la República como las autoridades militares sublevadas decidiesen expulsarle del país en 1931 y 1936. Es paradójico que dos ideologías enfrentadas coincidan en creer que su alejamiento resolvería problemas políticos. De los 98 años de su vida, trece los pasó exiliado.
-¿Fue realmente un antifranquista, o un hombre que cambió de criterio según le convenía?
-Su postura inicial fue de colaboración con los sublevados. En el verano del 36 aportó dinero a la causa y firmó una pastoral en la que criticaba la alianza del PNV con la República. Sin embargo, fue tenido por nacionalista vasco y su presencia molestaba a militares y carlistas, que le presionaron para que fuera más duro con los nacionalistas: contra la alianza del PNV y contra el clero de su diócesis acusado de vasquismo. Esto y, sobre todo, el asesinato de 16 sacerdotes de su diócesis por parte de las tropas franquistas en el otoño del 36 le colocaron enfrente del nuevo poder, al que criticó por incoherente y cruel. Para entonces, había sido ya expulsado de su diócesis, sin otro motivo que ser sospechoso de nacionalista vasco, la bestia negra de los sublevados, cuya alianza con la República había impedido tomar Madrid, según creían los militares.
-¿Y era tan nacionalista?
-Múgica se sentía vasco y español. Algunas de sus decisiones durante la República no gustaron a los españolistas; pero su pastoral de 6 de agosto del 36 -fue la primera toma de postura de un obispo en España sobre la guerra- horrorizó al nacionalismo vasco al condenar su adhesión a una República que perseguía a la Iglesia. No fue alguien convenido ni chaquetero. Sencillamente, sus criterios no encajaban en un mundo en guerra donde todo debía ser blanco o negro. Y Múgica estaba con su gente: quería ser obispo de todos. Recordaba a su clero la prohibición de participar en política. Luego, al estallar la guerra, defendió cuanto pudo a sus curas, también cuando le criticaban por ser nacionalista por cuestiones tan secundarias pero tan importantes para el conservadurismo españolista de la época como predicar, celebrar misa o cantar en euskera.
Primer obispo vasco
-¿Vitoria debe reivindicar su figura como el obispo más importante de su historia?
-Fue el primer obispo de origen vasco en gobernar la diócesis y en publicar documentos en euskera. Fue un hombre que vivió y murió con dignidad en medio de un tiempo cruel y difícil. El sufrimiento de tantos conservadores, obreros y nacionalistas represaliados a partir de 1936 en Euskadi fue también el suyo. Es difícil medir quién es y por qué se es más importante a lo largo de una historia de 150 años.
-¿Y cómo le definiría?
-Sin duda, fue un gran hombre, con flancos débiles para los que se tienen por fuertes y le achacan mayor compromiso con unos o con otros. Pero, con un metro de medir ideológico se achica al grande y se engrandece al chico. Pienso que sólo una visión no ideologizada permite ver la dimensión real del personaje: que no era ni un político, ni un agitador, sino un obispo que intentó hacer las cosas lo mejor que pudo. Sus ideas no fueron estáticas. Se movieron y se distorionaron. El Vaticano lo sacrificó. Él optó por el silencio, pero el franquismo no le perdonó.
-¿Ha superado la iglesia católica aquel conflicto?
-Sí. Debía ser así en una institución que aspira a ser joven y a influir hoy y mañana. Vivir mirando continuamente el retrovisor daña la vista. Otra cosa es reconocer los errores, que los hubo en la Iglesia, como en todas las instituciones que vivieron la contienda. La Guerra Civil española no dejó ser neutral a nadie. Y tampoco la Iglesia lo fue. Mayoritariamente apoyó a Franco porque con él existían unos principios compartidos. Y, también, porque las izquierdas la rechazaron y persiguieron a sangre y fuego en media España. Ese mundo bipolar y blanquinegro desapareció en los sesenta y setenta, y la Iglesia recuperó un espacio menos político y más social, y evitar así que en la Transición se repitiese la problemática cuestión religiosa de los años 30.

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