PILAR REGO
Hay una dimensión de género en la represión franquista que no se puede ignorar. El régimen de Franco, con el apoyo incondicional de la Iglesia Católica, puso fin a los avances conseguidos y sometió a las mujeres a una situación de desigualdad e inferioridad manifiesta.
Hay una dimensión de género en la represión franquista que no se puede ignorar. El régimen de Franco, con el apoyo incondicional de la Iglesia Católica, puso fin a los avances conseguidos y sometió a las mujeres a una situación de desigualdad e inferioridad manifiesta.
NUEVATRIBUNA.ES 15.08.2010
Hicieron acopio de coraje y dignidad para afrontar la humillación, la tortura y la muerte.
Cuando llegaron a la margen derecha del Tajo, su marido estaba muerto. Ella abrazó su cabeza. Y le cerró los ojos, y se mantuvo abrazada a él hasta que una pareja de falangistas al mando de El Carnicero de Extremadura la arrancó de su duelo y empujó el cadáver al agua. Ella lo vio deslizarse corriente abajo mientras la esposaban.
Grita. Para que despierte su voz…Porque contar la historia es recordar la muerte de los suyos. (La voz dormida. Dulce Chacón).
Coincidiendo con el triste aniversario de la matanza de Badajoz Badajoz se tiñó de sangre no pude, ni quise, evitar el recuerdo del personaje de Tomasa, una de las protagonistas de La voz dormida, víctima, al igual que sus compañeras de infortunio, de una doble represión, la que supuso la supresión de la legitimidad republicana adquirida en las urnas y la que la supuso la pérdida de los derechos civiles que las mujeres habían adquirido con la proclamación de la República que promulgó leyes que permitieron que las mujeres alcanzasen independencia económica, legal y sexual y obtuvieran el derecho al voto. El Estado asumió la regulación del trabajo femenino y de protección de la maternidad, se creó el Seguro Obligatorio de Maternidad. Se le concedió a la mujer el derecho a la patria potestad, se otorgó validez al matrimonio civil, se suprimió el delito de adulterio (aplicado hasta aquel momento sólo a ellas) y se legalizó el divorcio por muto acuerdo.
Hay una dimensión de género en la represión franquista que no se puede ignorar. El régimen de Franco, con el apoyo incondicional de la Iglesia Católica, puso fin a los avances conseguidos y sometió a las mujeres a una situación de desigualdad e inferioridad manifiesta. La dictadura franquista eliminó por orden ministerial la coeducación, igual suerte corrieron el divorcio y el matrimonio civil. Bajo la doctrina nacionalcatolicista las mujeres tuvieron que soportar recortes de sus derechos en el ámbito educativo, en el laboral y por supuesto en el político, llegando a carecer de igualdad jurídica.
Las mujeres padecieron formas de represión comunes con los hombres pero también tuvieron que sufrir otras que iban dirigidas a ellas como objeto de represión con rasgos específicos vinculados a su condición femenina y que han trascendido gracias a testimonios orales.
Las represaliadas sufrieron la humillación pública, fueron rapadas, se les obligó a beber aceite de ricino, fueron violadas, encarceladas con sus hijos (muchos niños murieron en las cárceles franquistas a causa de la carencia de medicamentos y ropa de abrigo) sin embargo no son consideradas oficialmente “víctimas del franquismo” porque faltan testimonios escritos. Las presas eran obligadas a asistir a misa y escuchar como el cura en la homilía les llamaba escoria y mierda. Las monjas no fueron ajenas al nefasto papel que jugó la Iglesia Católica en la represiòn. Un triste ejemplo de ello fue el del penal de Saturraran en Euskadi. El recinto había sido un balneario y una residencia de verano para seminaristas y posteriormente había servido de cuartel. Cuando por una orden publicada el 29 de diciembre de 1937 se dispuso que el edificio se convirtiese en Prisión Central de Mujeres, el recinto estaba casi en ruinas. En enero de 1938 empezaron a llegar presas a Saturraran: anarquistas, comunistas, republicanas, socialistas; provenían de Asturias, Aragón, Andalucía, Cataluña, Extremadura, Galicia, Cantabria, ambas Castillas y del propio País Vasco. En este penal que estaba en la playa del mismo nombre, las condiciones de vida eran terribles, hambre, hacinamiento, ausencia de higiene, enfermedad; allí murieron más de 100 mujeres y más de medio centenar de niños. La prisión permaneció abierta hasta mediados de la década de los 40. La disciplina interna estaba a cargo de funcionarios de prisiones y monjas mercedarias, el exterior lo cubrían soldados y guardias civiles. Parte de los alimentos que los familiares enviaban a las presas eran “requisados” por las monjas y puestos a la venta en el economato de la cárcel.
Sometidas a torturas y vejaciones de las que no se conservan pruebas documentales están olvidadas en los textos legales, por ello es doble el reconocimiento que le debemos a Dulce Chacón: por su calidad literaria y por su valiosa aportación al conocimiento del papel real que las mujeres desempeñaron en aquel negro período que se prolongó durante décadas.
Pilar Rego - Educadora Social
Hicieron acopio de coraje y dignidad para afrontar la humillación, la tortura y la muerte.
Cuando llegaron a la margen derecha del Tajo, su marido estaba muerto. Ella abrazó su cabeza. Y le cerró los ojos, y se mantuvo abrazada a él hasta que una pareja de falangistas al mando de El Carnicero de Extremadura la arrancó de su duelo y empujó el cadáver al agua. Ella lo vio deslizarse corriente abajo mientras la esposaban.
Grita. Para que despierte su voz…Porque contar la historia es recordar la muerte de los suyos. (La voz dormida. Dulce Chacón).
Coincidiendo con el triste aniversario de la matanza de Badajoz Badajoz se tiñó de sangre no pude, ni quise, evitar el recuerdo del personaje de Tomasa, una de las protagonistas de La voz dormida, víctima, al igual que sus compañeras de infortunio, de una doble represión, la que supuso la supresión de la legitimidad republicana adquirida en las urnas y la que la supuso la pérdida de los derechos civiles que las mujeres habían adquirido con la proclamación de la República que promulgó leyes que permitieron que las mujeres alcanzasen independencia económica, legal y sexual y obtuvieran el derecho al voto. El Estado asumió la regulación del trabajo femenino y de protección de la maternidad, se creó el Seguro Obligatorio de Maternidad. Se le concedió a la mujer el derecho a la patria potestad, se otorgó validez al matrimonio civil, se suprimió el delito de adulterio (aplicado hasta aquel momento sólo a ellas) y se legalizó el divorcio por muto acuerdo.
Hay una dimensión de género en la represión franquista que no se puede ignorar. El régimen de Franco, con el apoyo incondicional de la Iglesia Católica, puso fin a los avances conseguidos y sometió a las mujeres a una situación de desigualdad e inferioridad manifiesta. La dictadura franquista eliminó por orden ministerial la coeducación, igual suerte corrieron el divorcio y el matrimonio civil. Bajo la doctrina nacionalcatolicista las mujeres tuvieron que soportar recortes de sus derechos en el ámbito educativo, en el laboral y por supuesto en el político, llegando a carecer de igualdad jurídica.
Las mujeres padecieron formas de represión comunes con los hombres pero también tuvieron que sufrir otras que iban dirigidas a ellas como objeto de represión con rasgos específicos vinculados a su condición femenina y que han trascendido gracias a testimonios orales.
Las represaliadas sufrieron la humillación pública, fueron rapadas, se les obligó a beber aceite de ricino, fueron violadas, encarceladas con sus hijos (muchos niños murieron en las cárceles franquistas a causa de la carencia de medicamentos y ropa de abrigo) sin embargo no son consideradas oficialmente “víctimas del franquismo” porque faltan testimonios escritos. Las presas eran obligadas a asistir a misa y escuchar como el cura en la homilía les llamaba escoria y mierda. Las monjas no fueron ajenas al nefasto papel que jugó la Iglesia Católica en la represiòn. Un triste ejemplo de ello fue el del penal de Saturraran en Euskadi. El recinto había sido un balneario y una residencia de verano para seminaristas y posteriormente había servido de cuartel. Cuando por una orden publicada el 29 de diciembre de 1937 se dispuso que el edificio se convirtiese en Prisión Central de Mujeres, el recinto estaba casi en ruinas. En enero de 1938 empezaron a llegar presas a Saturraran: anarquistas, comunistas, republicanas, socialistas; provenían de Asturias, Aragón, Andalucía, Cataluña, Extremadura, Galicia, Cantabria, ambas Castillas y del propio País Vasco. En este penal que estaba en la playa del mismo nombre, las condiciones de vida eran terribles, hambre, hacinamiento, ausencia de higiene, enfermedad; allí murieron más de 100 mujeres y más de medio centenar de niños. La prisión permaneció abierta hasta mediados de la década de los 40. La disciplina interna estaba a cargo de funcionarios de prisiones y monjas mercedarias, el exterior lo cubrían soldados y guardias civiles. Parte de los alimentos que los familiares enviaban a las presas eran “requisados” por las monjas y puestos a la venta en el economato de la cárcel.
Sometidas a torturas y vejaciones de las que no se conservan pruebas documentales están olvidadas en los textos legales, por ello es doble el reconocimiento que le debemos a Dulce Chacón: por su calidad literaria y por su valiosa aportación al conocimiento del papel real que las mujeres desempeñaron en aquel negro período que se prolongó durante décadas.
Pilar Rego - Educadora Social
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