sábado, 5 de febrero de 2011

Besemos a nuestros “hijos de puta”

 De Kabila

Sigo con gran expectación y esperanza lo que está ocurriendo en el norte de África. En Túnez, en Egipto y en otros países que todavía se mueven poco, pero que pueden ser contagiados por ese virus revolucionario.
Como suele ocurrir, la Comunidad Internacional apuesta a ganador. Hasta hoy, Ben Ali y Mubarak, eran presidentes ejemplares de países ejemplares que actuaban ejemplarmente; naturalmente a favor de los países poderosos. Basta que les sirvieran bien, para ser países amigos.
Pues bien, parece que esta revolución popular –todavía no tiene una explicación en la ciencia política— que se está extendiendo como un reguero de pólvora por el norte de África, ha hecho malos a los que hace menos de quince días eran los buenos.
Y así, USA, Europa y la Comunidad Internacional en general, hoy pretenden dar la razón a los pueblos revolucionarios, cuando hasta ahora han sido amiguísimos y han protegido y apoyado a los presidentes y a sus gobiernos, aunque supieran que estaban perpetrando constantes delitos contra los derechos humanos y cometiendo tropelías y corrupciones contra sus pueblos.
Les importaba y les importa un pito, aplican la técnica del “ande yo caliente, ríase la gente”, y se han quedado tan panchos viendo lo que ha ocurrido en esos países, durante las últimas décadas, sin afectarles lo más mínimo. Al fin y al cabo, ellos podían seguir comerciando y mangoneando, ventajosamente. ¿Qué más se puede pedir?
Juan Carlos besando a Abdalá
Mientras, desde los estamentos oficiales de Occidente parece haber una sola reserva a estas revoluciones: la influencia del Islam. Pero claro cuando hablan de esa influencia, se refieren a la seguridad de Occidente y no piensan, en ningún caso, en los ciudadanos de esos países. Porque, gobiernos que aplican un islamismo fanático (cómo todos los que actúan de forma fanática) tienen distintas varas de medir, desde nuestros países desarrollados.
Así, pongamos un ejemplo y dos países: Irán y Arabia Saudí. ¿Cuál de los dos es el peor? Irán es un país que gobierna aplicando la Sharia y es de un fanatismo que puede llevar y lleva a situaciones verdaderamente graves a quienes no cumplen con la ley islámica. Sobre todo en colectivos como las mujeres y los homosexuales. Pero si nos fijamos en Arabia Saudí, también ocurre igual, lo mismo. Sin embargo, Irán es un país en la lista negra y Arabia Saudí es un amigo ejemplar. ¿Por qué? porque el baremo de medir no son los derechos humanos que en ambos casos se conculcan sin escrúpulos, sino el peligro que pueden representar para los otros países y las posibilidades de influir en sus gobiernos desde las cancillerías poderosas.
España es un ejemplo. Estamos asustados con lo que pasa en Irán, y es para estarlo, pero vemos impasibles como nuestro jefe de Estado, besa y considera como a un hermano, al rey Saudí, sin que casi nadie se escandalice por la relación del rey con un tirano sátrapa, de los peores de este mundo.
También ha pasado y pasa con el norte de África. Egipto, subió muchos enteros en el “orden internacional” desde que capituló ante israel, el gran aliado, y Túnez era un país modelo donde no había islamismo. No les ha importado lo más mínimo si Ben Ali y Mubarak, con sus respectivas camarillas, se han enriquecido mientras su pueblo se moría de hambre, o si se esos gobernantes se pasaban los derechos humanos por el arco del triunfo o convocaban elecciones amañadas cuando las convocaban.Juan_Carlos y Mohamed
Y ahí está a las puertas, Marruecos, ese país cuyo monarca, con más miedo que vergüenza,ha bajado los precios del pan y de los productos de primera necesidad, para parar una posible revuelta. Hoy, Mohamed VI es amado y venerado por Occidente –por cierto, Juan Carlos I también se consideraba hermano del padre del monarca marroquí (no sé lo de trabajar, pero lo de dar besos, se le da de miedo)— pero cómo las cosas se pongan feas, verán como le dejan tirado como una colilla y empezarán a hablar de la falta de derechos humanos en Marruecos, como si fuera una novedad.
Y es que siempre van con el que gana, cuando el que gana va con ellos, sin importarles a costa de qué.o de quién. Como dijo Roosevelt refiriéndose al dictador Somoza: “Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Pues eso, besémoslos.
Salud y República

http://rafa-almazan.blogspot.com/2011/02/besemos-nuestros-hijos-de-puta.html

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