miércoles, 24 de noviembre de 2010

El cuerpo es pecado

Juan José Tamayo, Teólogo(*)


No acabo de entender el revuelo informativo que han provocado las declaraciones del Papa sobre el uso del preservativo en el libro-entrevista de Benedicto XVI con su compatriota el periodista Robert Seewald 'La luz del mundo', que ayer presentó El Vaticano y que en breve publicará la editorial Herder en castellano y catalán. Es un género literario muy del gusto del Papa, quien ya había concedido otras dos entrevistas al mismo periodista: una en 1997 publicada bajo el título 'La sal de la tierra'; otra en 2000 convertida igualmente en un libro titulado 'Dios y el mundo'. La relevancia que se le ha dado a las declaraciones papales no se corresponde con la irrelevancia objetiva de las mismas. Intentaré demostrarlo en estas breves reflexiones.

1. Creo que seguir discutiendo todavía en 2010 si se puede y se debe o no se puede o si se debe o no se debe utilizar el preservativo en las relaciones sexuales es un 'anacronismo en toda regla' y es una muestra más de que 'al Papa se le ha parado el reloj de la historia y de que camina en dirección contraria a ella'. Es tema ya resuelto y un problema que ha dejado de serlo debido a la madurez de la sociedad. Felizmente los ciudadanos ya no se rigen por las estrictas y represivas normas religiosas -en este caso, eclesiásticas- en materia de sexualidad. Siguen los criterios morales de la ética cívica y laica. Volver a plantear la licitud o ilicitud de los preservativos y despreocuparse de las graves -y en muchos casos mortíferas- consecuencias que genera su prohibición me parece un acto de ceguera imperdonable.

2. En las declaraciones del Papa, al menos las que se han filtrado a través de los medios de comunicación, no aprecio cambio alguno. Vienen a ratificar punto por punto la doctrina tradicional y el pensamiento del propio Benedicto XVI contra el uso de los preservativos. Están en continuidad con las irresponsables afirmaciones que realizó en África cuando dijo que el preservativo no resolvía el contagio del sida, sino que creaba nuevos problemas. El preservativo, dice ahora, no es la forma adecuada y verdadera de vencer la propagación del sida. Lo que vuelve a demostrar una gran insensibilidad hacia situaciones que ponen en riesgo la vida.

El Papa sólo reconoce algunos casos particulares en los que puede usarse el preservativo y, en un párrafo confuso que no logro entender, se refiere a la prostitución. Pero las excepciones se dan en la mayoría de las leyes y preceptos morales. La prohibición de matar tiene también excepciones: hay toda una doctrina sobre la guerra justa, que justifica la muerte de los adversarios, y sobre la legítima defensa. Aun aceptando las posibles excepciones, la doctrina de la Iglesia católica se mantiene inalterable y viene a ratificar la prohibición que, para escándalo de tirios y troyanos, estableció Pablo VI en la polémica encíclica 'Humanae vitae', criticada por cualificados teólogos católicos como Bernhard Häring, Karl Rahner, Hans Küng y otros.

Fue una prohibición reiterada con tanto celo como severidad por Juan Pablo II, siendo su mano derecha Benedicto XVI cuando estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien la hizo suya en una declaraciones al mismo periodista Peter Seewald en 1997 en el libro-entrevista 'La sal de la tierra', editado en castellano por Ediciones Palabra, del Opus Dei, donde alertaba sobre la desmoralización de la sociedad y consideraba el uso de los preservativos como parte de esa desmoralización.

3. ¿Suponen las declaraciones del Papa un tímido paso hacia adelante y el comienzo de una apertura? Creo que no. Están más bien en la línea de 'mantenella y no enmendalla' y vienen a demostrar que la Iglesia católica tiene una asignatura pendiente desde hace siglos: la sexualidad; y una fijación mental: el cuerpo de la mujer. Es el fiel reflejo de su concepción dualista del ser humano y de su pesimismo antropológico, que vienen de lejos, pero no tienen su origen en la predicación de Jesús ni en la práctica primitiva, sino en la deriva represiva de la sexualidad que siguió la moral cristiana con Agustín de Hipona.

Para salir de esta situación patológica multisecular quizá ayudaría a la Iglesia la lectura y puesta en práctica del sabio decir del cuerpo en el poema de Eduardo Galeano: «Dice el mercado: el cuerpo es un negocio. Dice la Iglesia: el cuerpo es pecado. Dice el cuerpo: yo soy una fiesta». Esa sí que es una forma de humanizar la sexualidad, no las excepciones a las que se refiere el Papa, que vienen a confirmar la regla general de la represión sexual.

Si la Iglesia siguiera la consigna de Galeano dejaría de hablar tanto y tan negativamente de la sexualidad, renunciaría a condenar los pecados sexuales y no pondría límite alguno al uso de los preservativos. Las declaraciones del Papa no siguen, ciertamente, estas recomendaciones. Todo lo contrario, llega a considerar la adicción al sexo como una droga. Y eso ya me parece patológico.


(* )JUAN JOSÉ TAMAYO | SECRETARIO GENERAL DE LA ASOCIACIÓN JUAN XXIII Y DIRECTOR DE LA CÁTEDRA DE TEOLOGÍA Y CC. DE LAS RELIGIONES DE LA UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID
 

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